CAPITULO 44: LOS OCUPAS (PARTE 1)

Tras los incidentes con el vaquilla comunitario todo volvía a la normalidad y comenzaba así la monotonía que embauca la vida de un portero de edificios. Era lúnes y estaba tranquilamente currando cuando todo cambió de golpe y plumazo:

- Ring, Ring - era mi teléfono
- ¿Sí? - contesté sin mirar como acostumbro.
- Julio soy César, sube a mi casa, tenemos que hablar - Con tono calmado.

Cuando Don César hablaba por teléfono como un niño eunuco de la Edad Media significaba que algo malo o muy malo iba a suceder. Ya ocurrió en más de una ocasión cuando por motivos que no vienen al caso perdí días libres y antes de comunicarmelo me habló de tal manera, joder, tenía los huevos por corbata.

Subí lentamente las escaleras hasta llegar a casa de Don César, un sudor frío, gélido recorría mi frente mientras intentaba inutilmente controlar mi ritmo cardíaco. Llamé al timbre esperando contestación.

Abrió Don César, estaba sólo en casa ya que su mujer estaba fuera. Llevaba unos viejos pantalones vaqueros de andar por casa junto con una no menos roída camisa de un grupo puntero de rock setentero inglés.



Al fondo, donde se encontraba el salón, se escuchaba la retransmisión de un partido de baloncesto de la Liga Acb. Todo estaba muy tranquilo, al igual que Don César, que rehusaba buscar mi mirada, lo que presagiaba malas noticias.

- ¿Quieres tomar algo Julio? - Mientras se dirigía a la cocina - ¿Cerveza rubia o tostada?
- Una cerveza tostada , gracias, que ya terminé la jornada - Tragando saliba aún con la huevera asomando por el gaznate
- Mira quería hablarte sobre algo que ha ocurrido este fin de semana... ¿tú eres consciente de que haya habido alguna mudanza? - Mientras depositaba la doradaba bebida alcohólica en un posa vasos.

Bueno por un lado respiré tranquilo, no era nada referido a mi puesto de trabajo ni a nada similar así que podía estar relajado dentro de lo que cabe. Dentro de lo que eran mis tareas laborales no había ocurrido nada relevante y yo me encontraba con la certeza de que por mi parte no había error alguno.

- Pues nada César, sinceramente no he visto absolutamente nada - Mientras daba un trago con total tranquilidad a mi cerveza - Además este fin de semana estuve visitando a mi madre y llegué ayer domingo ya por la noche.

- Pues Julio tenemos que hacer algo ya que creo que se han colado ocupas - Contestó Don Cesar preocupado mientras baja el volumen del televisor - El sábado por la noche ví un grupo de personas en el tercero E armando jarana a las 12 y media de la noche.

- ¿Jarana?  - con cara de desconcierto - Ese piso que yo sepa estaba sin alquilar y su dueña vive en Grecia, Doña ... - Sin recordar el nombre

- Doña Asunción, exacto - Dijo Don César - El caso es que he intentado contactar con ella y nada de nada, además al no tener hijos ni hermanos fué tarea imposible. - Así que cómo sean ocupas jodido lo llevamos.

Estuvimos los dos pasmados mirando el partido de baloncesto durante unos 20 minutos (y eso que era en diferido) hasta que obté por ir yo mismo en persona hasta la casa,llamar y ver qué cojones ocurría. Evidentemente le pedí a Don César que él estuviese por detrás, escondido en la esquina que dá al rellano de las escaleras para poder grabar con el móvil por si me ocurría algo.

Llegamos hasta la casa y se escuchaba mucho ajetreo en el interior, pero no conseguía concretar voces, acentos, sin poder así hacer un perfil previo de quiénes "vivían allí". Fuí hasta estar a un palmo del timbre mientras temblaba de arriba a abajo con esa sensación agridulce de que en mi trabajo a pesar de los grandes momentos que uno tiene, a veces hay marrones que pocos querrían verse en tal pellejo.

Llame dos veces al tímbre y los ruidos en el interior pararon. Se escucharon ya sí las voces de una mujer en el interior cómo ordenando calma. Era una chavala bastante joven la qué hablaba, tan niña y ya mandando en un núcleo familiar, que extraño...

Finalmente la puerta se abrió y ante mí se encontraban los cuatro pitufos. Eran cuatro chavales de no más de 19 años con aspecto de haber caído en una olla de marihuana mezclada con flores de colores: vamos, que eran hippies.

Ante mi como si fuese el propio Charles Manson actuando de líder junto a sus pupilos habló una de las chicas, a la cual llamaré dulcinea, por ponerla así algún nombre:

- Buenas caballero, ¿ qué quiere usted ? - Con tono chulesco

- Mire señorita, soy el portero de esta comunidad de vecinos. He intentado hablar con la propietaria pero no está actualmente disponible, ¿son ustedes sus nuevos inquilinos o sus nuevos propietarios?
 - Pues no, no somos sus nuevos inquilinos, ni propietarios. Somos sus nuevos habitantes - Mirando a sus compañeros que empezaban a reirse descaradamente.
- Vamos, ¿que sois ocupas, verdad? - Cabreándome bastante en tal instante. - Me da que os vais de aquí de una puñetera vez o voy a llamar a la policía.

En ese momento la carcajada fué más sonora aún. Uno de ellos mientras se reía sostenía en una mano un canuto y en la otra un libro de apuntes. Agudizando más aún mi vista pude ver que era de la facultad de ciencias políticas de la ciudad.

Eché un vistazo por encima de la calva de los pitufos y efectivamente era un nicho de estudiantes pijos que irían ocupando casas porque habrían leído "El capital" y se pajeaban pensando que eran obreros proletarios de la rusia ex zarista. Eso sí, en la mesa que había en frente de la puerta dos lujosos ordenadores portátiles apple y móviles de ultima generación se encontraban allí.

- Oye "portero" mira el cartel que tienes colgado en la puerta de nuestra vivienda  - señalando con el dedo.

Miré a donde Dulcinea me dijo y ví un cartelito donde exponían que esa era su vivienda, según la ley no se qué no se podía probar delito y el juicio se alargaría durante años. Y lo peor es que es verdad, es algo que todos hemos visto en noticias de televisión, prensa, internet...

Mi primera intunción fué agarrar a Dulcinea con las dos manos echándola de la propiedad. A los dos pitufos varones darles galletas "chiquilin" hasta en sus carnéts de identidad y a la ultima pitufina ocupa dos guantazos en la cara para que aprendiese un poco lo que era dignidad. Evidentemente toda su mierda lujosa tecnológica quedarmela, porsupuesto.

Pero pensando en frío sólo iba a meterme en más problemas y ya estaba urgando un plan en mi cerebro para sacar a esta gente de mi zona laboral. Al menos me quedaba tranquilo al ver que eran estudiantes, no yonquis, una familia étnica concreta o personas de mala vida en general.

- Mirad, yo sólo soy el portero, esa casa es privativa, no es mía ni de los otros propietarios. Tiene una legítima dueña pero bueno, ese no es el caso - Mientra suspiraba buscando cómo proseguir mis palabras - Yo no voy a meterme en si es correcto o no, pero sólo os pido que si no me molestáis, deterioraís las zonas comunales ni ocasionáis molestias a la vecindad, yo no voy a putearos. - Intentado ganar al menos unos días para perfeccionar el plan que tenía en mente.

- Pero gordinflón forcudo, ¿tú que vas a putearnos gorila? - Mientras todos se reían . La ley esta de nuestra mano, anda y vete al mc donald´s a comer hamburguesas para despues hacer pesas.

- ¡Pum! - Dulcinea cerro la puerta - Dos segundos después una canción de un artista de rap llamado Morodo sonó desde el interior junto a risas complices.

 Don César seguía en la esquina acojonado cómo un conejo cuando divisa su triste final ante un perro pointer y yo me encontraba cabreado como un perro carlino entre las tetas de su dueña cuando un desconocido osa acercar su mano.

- Venga Don César subamos a mi casa, tengo una idea - Mientras me adeltanaba a él por las escaleras corriendo cómo un jíbaro.

A los minutos ya me encontraba en mi casa dejando la puerta abierta para que Don César entrase tras de mí. Fuí hasta mi trastero y cogí una vieja cerradura para puertas de viviendas junto a sus correspondientes llaves.

Ya con ello fuí hasta la cocina preparé dos cafés y fuí hasta la sala de espera que tengo montada para las visitas. Allí ya se encontraba Don César hablando por teléfono con el adminsitrador de la comunidad.

Este básicamente le comentó lo mismo que a mí Dulcinea, que era un proceso costoso además de lento, siendo muy difícil que en años pudiesen marcharse. Joder, ¿y si les dá por estudiar un master?

- Don César dígale al administrador que no llame a la policía, cuelgue que yo tengo un plan. - Mientras tomaba café cómo un loco...

- Que vá Julio esto se soluciona por lo legal, llamamos a la policía...

- ¡Joder, Don César! - Pegué un grito - Que cuelgue el puto teléfono y dígale al administrador que nada de policía, ¡Coñe! - pegando un golpe en la mesa - Esto se soluciona en 24 putas horas...

Don César se quedo pasmado, su cara era un poema pero me hizo caso diciéndole al administrador que por ahora no llamase a la policía ni tomase ninguna medida.

CONTINUARÁ


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