CAPITULO 14: EL COLECCIONISTA DE ARTE

Tras mi subidón anímico, os comentaba que decidí " desembalar " una de las deliciosas placas de " chocolate " para probar cómo estaban. Hay que ver con los chavales de hoy en día, como diría el gran Fary, manejaban buena mandanga.



Era un hachís denso, con un intenso olor a Marihuana y que tenía en su interior restos vegetales de hierba, sin duda, para estar en Alicante, estábamos hablando de una pureza de 3 nivel ( siendo el habitual en placas obtener un nivel 40 ).

Tras fumar el porro, mi primer pensamiento fue dirigirme a por mi preciada bolsa de patatas fritas que guardaba en un estante, pero me recordé a mi mismo la promesa de dejar de aparecer en el ranking de mejores clientes de las tiendas para obesos.

Con un gesto bastante torpe ( pero cada vez más ágil ) incorpore mi densa materia en el conglomerado que daba vida al suelo de mi piso y empecé con las flexiones. Parecía algo sacado de un sueño de los míos, porque... ¡ llevaba 10 abdominales y aún podía hacer más !. Que alegría era para un pobre de espíritu pero Rey de la gula el plantar cara a mi decadencia alimenticia usando las flexiones como arma, me sentía poderoso, algo así cómo Pegaso, no, no hablo de los Caballeros del Zodíaco, hablo del gran Maestro, Pegaso, el tigre trepador de Murcia.

Al llegar al número veinte, mis brazos comenzaron a temblar cómo flanes postrados en una bandeja siendo llevados a sus hambrientos clientes. Gotas de maloliente sudor descendían con la lentitud de una babosa sobre las hojas de una lluviosa primavera. Ya era el momento, por hoy, habías sido un Tigre, era hora de convertirse en Garfield y buscar a mi compi Morfeo que debe andar de parranda allá en el mundo que embauca a la somnolencia.

Deslicé mi cuerpo por el parqué con la habilidad de un perezoso huyendo de su depredador, es decir, a cuatro kilómetros por hora. Estaba tan cansado, tan jodidamente pleno de felicidad y deseoso de que comenzase un nuevo día en mi " tranquila " Comunidad, que cerré los ojos mientras sonreía y... zzz...

El despertador sonó como acostumbrado estaba, a eso de las 7 y media. Bostece aliviado por haber solventado la situación dichosa de " Junkes 4life ", además de por las nuevas " adquisiciones " y metas personales que me estaba marcando.

Cómo si fuese un " Navy Seal " acostumbrado a su rutina, realicé 15 abdominales del tirón, una vez terminada tal demostración de poderío físico, me dirigí al baño con la seguridad y convicción que atesoran los amanerados modelos de los anuncios televisivos de perfumes, todo controlado baby. Ya en el baño, contemplé orgulloso los efectos de mis " dos días de dieta ". Seguramente no habría cambio ninguno, no se apreciaría un carajo, pero que leches, tenía un subidón moral encima que el ego de una estrella de fútbol a mi lado parecería una versión beta de un programa malo de cojones.

En estas fechas otoñales, el sol sumía nuestro alicantino paisaje en un festín de colorido marrón acompañado de una suave brisa post-veraniega rezumando amor por los cuatro costados. Decidí ponerme una camisa de cuadros ( regalo de mi tía abuela con 20 años ) de una conocida marca, que sólo lucí en dos ocasiones antes de que mi barriga explosionase infinitamente hacia el exterior.

Algo apretada pero elegante, me estaba convirtiendo en un gordito coquetón, que cosas Julio, a tus años y te vas a convertir en un zagal de los que salen en la tele. Lo que depara el futuro no lo adivina ni una mesa redonda de místicos nazis cuando Adolfito les preguntaba por dónde debía desplegar sus tropas contra los Rusos.

Quién me iba a decir a mí, que mi vida fuese a dar tantas idas y venidas en una década para acabar en este preciso punto, fruto del caos aleatorio del vivir, del sufrir y del padecer. Dichosos son los derroteros que esta siempre toma, recordándome a la efusividad de una peonza girando descontrolada hasta que el paso del tiempo ejerce su derecho de pernada, devolviéndola a las garras de lo que llamamos gravedad.

Tras mis reflexiones dignas de un licenciado en la infructuosa carrera de " Experto de barra de Bar ", volví a romper otro pedacito de chocolate tierno ( cortesía de los niñatos jode paredes ) para imprimir su esencia en mis pulmones disfrutando del tránsito cotidiano urbanita que a estas horas inundaba la calle.

Podía ver al buenazo de Angelote discutiendo con su hijo, no era capaz de escuchar la conversación concreta, pero los gritos eran abrumadores, era gracioso, cuando este grandioso personaje se cabreaba, me recordaba a un Alemán veraneando por Las Palmas después de una insolación. Su papada sudaba junto a todo su rostro, marcando unas manchas rojizas por sus pálidos mofletes. Sólo le faltaba la camiseta de Effenberg del Bayern de Múnich y cerveza en mano.

Dejé de concentrarme en gilipolleces cuando mi alarma volvió a recordarme que el tiempo se echaba encima y, efectivamente, hacía tres minutos que debía estar en mi puesto. Baje corriendo las escaleras, esta vez sin tantas penas y tristezas como anteriores ocasiones, mostrando un ímpetu desconocido en mi persona.

Llegué al recibidor de la entrada en menos de dos minutos, cuando las veces que me dedico a inspeccionar las escaleras, tardo unos 13 o 14 minutos. Me estaba esforzando, se notaba, que sin galletas María pero con buenas intenciones e inquietudes en el día, un desorbitado planeta como el mío podía regresar a lo que fue su ardiente hogar de antaño.

Tras quince minutos sentado en la mesa, jugueteando con mis tobillos y las baldosas, decidí bajar al cuarto de basuras para inspeccionar cuantos " regalitos de navidad " tenía allí depositados. Pero no iba al cuarto de basuras normal, no, iba al " cuarto ". Era el antiguo " vestidor " del portero de tres décadas atrás, que lo usaba para ponerse el " mono de trabajo ", supongo que en pelotas por debajo, para así estar bien cómodo.

Bien, pues en esa sala de la que poco me gusta acordarme, de vez en cuando los vecinos llevaban los muebles viejos, yo me encargaba de por así decirlo, catalogarlos, para después llamar al Ayuntamiento y pedir hora para que viniesen a recogerlo ( más complicado que intentar meterla de crío analizando a la chica, después catalogándola para más tarde pedir hora para una cita ). Pero esta novia mía llamada Ayuntamiento, no era una novia cualquiera, era muy remolona, las citas le sentaban mal y siempre eran lejanas, muy lejanas.

Llegué al cuarto de basuras y a duras penas encendí la luz, que se encontraba en un deteriorado interruptor roto por la mitad. Tras un breve pero intenso calambre, se hizo la luz y con ella las grandiosas " obras de arte " que tocaba admirar. No recordaba, que había habido una mudanza días atrás en el cuarto, seguramente, estos sean los muebles del anterior propietario, mejor dicho, aquellos llenos de termitas y " mierda " que dejo a modo de obsequio a sus nuevos habitantes.

Pero como siempre, la recibida honorífica me tocaba hacerla a mí. Como buen huraño que soy, me introduje hasta el fondo para ver si había cómics, consolas antiguas o algo de valor que pudiese vender ( si algún protagonista de Empeños a lo Bestia, me viese hacerlo, os prometo que lloraría de emoción ). Detrás de una roída mesilla de cama, un grupo de revistas apiladas se hallaban. Pude ver, ayudado de una vieja linterna heredada del anterior conserje, que se trataban ni más ni menos que de 16 tomos de " Dragon Ball " Edición Blanca. Los primeros, no es que costasen mucho, pero algo podría sacar de ellos en EBay.

Cuando la palma de mi mano consiguió tocar el borde de la ansiada colección, abrió se la caja de pandora y con ella algo que no desearía ni a mi peor enemigo, un alud de mugre y mierda. Como siempre, mi habilidad con las piernas más curtida y trabajada, que la de " Dinho " de fiesta con cuatro " zumos ", tropecé con una maceta de barro que se encontraba entre medias de mi objetivo y yo.

Tras dos segundos haciendo malabares con mis piernas y brazos, caí de culo contra una estantería, provocando que cayesen encima mía diversos cacharros y restos de maderas. Sentí unas lagrimillas de sangre por mi frente, pero pude cerciorarme que sólo eran arañazos superficiales. Mi más ingrata sorpresa vino al intentar incorporarme, ¡ Tenía la pierna izquierda hasta la altura de la rodilla atrapada debajo de la puta estantería.

La estantería pesaba como un bloque de acero y la fuerza de mis brazos era irrisoria para tal estantería termitera de mierda. Pude fijarme que a la altura del tobillo, una extensa capa de " metal " hacía de refuerzo de las tablas, y seguramente, era lo que impedía levantarme. Había unos tornillos " estrella " en cada lateral, que servían de ajuste.

Intenté desatornillarlos con las uñas sin éxito ninguno ( aparte de un dedo índice en carne viva ), y sin ganas de más, me decidí a llamar a Don César o Urgencias. El uno o el otro se harían cargo del gilipollas de conserje que hay contratado en esta comunidad, el que os narra la jugada señores y señoras.

Pero con la inteligencia de un Australopithecus, mi móvil se había quedado junto a la riñonera en la mesa de la garita, valiente gilipollas estaba hecho. Tras veinte berridos más en busca de algún alma caritativa o con buen campo sonoro se apiadara de mí, el aburrimiento y la desidia se apoderaron de mí.

Me puse a juguetear con la estantería de al lado, intentando sacar una carpeta de su sitio para " echar un ojo " mientras esperaba el ansiado rescate. Pero mis dedos, aleccionados en mil batallas cómo las de un experto taponador Norteamericano de la NBA, resbalaron cayendo dos carpetas y un sujeta libros en mi deficiente sesera...

- ¡Poncho!. - una voz femenina a lo lejos. - Bebé de mamá, ¿ dónde estás ?.

Mientras tanto, sentía algo peludo alrededor de mi cara, no sabía que cojones pasaba, debía haberme desmayado de la leche que me di con el puto sujeta libros. Cuando conseguí abrir los ojos con condiciones, pude ver a un perro famélico de tamaño pigmeo restregando sus sucio escroto por mi cara mientras meaba en mi hombro, pero ¿ hijo de puta ?.

Empecé a revolverme con furia gritando e implorando al can que se fuese a otro sitio, ni pensaba en su dueña o en su posible ayuda, estaba tan cabreado con el puto " Poncho " que me apetecía gresca. Pero ya conocemos a los perros enanos, tienen complejos de " Superhéroes ", empezó a gruñirme mientras su diminuto hocico buscaba mi nariz para mordisquearla, en medio del apogeo animal, la misma voz femenina volvió a sonar:

- ¡ Poncho !. - Aquí estás. - la voz de una señora madura sonaba, a la vez que unos gruesos dedos del pie sobresalían por unos tacones viejos veraniegos.

CONTINUARÁ


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4 comentarios

comentarios
SC
18 de septiembre de 2015, 12:07 delete

¿Como puedes usar la linterna del móbil si te lo has dejado en la mesa de la garita?.

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18 de septiembre de 2015, 13:48 delete

Arreglado! Gracias por comentar ;)

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SC
21 de septiembre de 2015, 11:06 delete

Un placer y sigue así, es un blog que me encanta seguir.

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