CAPITULO 15: PONCHO ( PARTE 1 )

- ¡ Menos mal que te ha encontrado mi Poncho !- dijo la señora. - Tengo problemas de espalda ( yo creo que es sobrepeso, una humilde opinión de un friega portales ), espera que llamo a alguien.

Sus ruidosas suelas golpeaban las baldosas una y otra vez mientras pedía ayuda a gritos dirigiéndose a las escaleras.

Pasaron 10 minutos y no aparecía nadie, sólo estaba Poncho a mi lado, esta vez sentado y mirándome fijamente. Al instante, sentí una conexión de mutuo aprecio y entendimiento entre nosotros, su gesto, sus ojos, sólo indicaban que era mi compañero, que estaba ahí para apoyarme.

Dejándome llevar por los mundos de Walt Disney, las telenovelas amorosas que veía de infante con mi apreciada abuela y supongo que de la ostia recibida en la cabeza, acerqué mi nariz a morro de poncho mientras una voz absurda ( la misma que ponemos cuando le hablamos a un recién nacido ) esgrimí ruiditos y palabras cariñosas absurdas buscando su atención.



Si hubiese habido alguien allí, podría haber pensado que era un zoofílico con déficit de inteligencia llevando a cabo su estrategia pre coito o por mis mofletes sabrosones, una morsa que acaba de ser sacudida por una Orca asesina y ni sabe en que océano se encuentra. Al minuto aproximado, mi intento de ser lo más parecido a un Teletubbie que había realizado en mi infructífera vida, se convirtió en otra pesadilla.

El susodicho perrito, se abalanzó sobre mí cara con furia, su corto hocico era incapaz de atinar en mi piel u ojos, pero sus jodidas uñas eran puntas de diminutos y afilados cuchillos que destrozaban mi cara por segundos. Tras cinco segundos de arañazos y gruñidos amenazantes, el can fijo en su recámara una nueva presa, los putos cómics de Dragon Ball.

Sin éxito intenté agarrar una de sus patas, pero con un gesto más parecido a una bailarina con tutú que a un perro, se libro de ser presa de mis fauces y prosiguió hacia mis futuros 50 euros: la colección de revistas manga.

Supongo que he visto demasiadas películas de acción estadounidenses, cuando un actor, se queda atrapado, realiza muecas de todo tipo, que denotan esfuerzo, valor, cojones/ovarios, entrega o talento, para que acabe mostrándose una bandera yankee en todo su esplendor hondeando al fondo mientras aparece " THE END ".

Esos eran mis cómics, no iba a permitir que un chucho malcriado con olor a colonia de mujer y barritas de carne con pollo me tocase los cojones. Hoy tenía que ser un día perfecto, para ello, o empezaba a remediarlo ya o las 4 de la tarde dejaría de existir, explosionaría salpicando con mi materia todo el edificio ( y a ver quién limpiaba luego el estropicio ).

Grité con todas mis fuerzas mientras empujaba la rodilla y el pie, aplastados tras esa masa de contrachapado, pero mi pierna derecha era incapaz de ayudar a su gemela y mis brazos no aportaban mucho a la tarea.

Tras 30 segundos intentando zafarme, escuché el ruido de un papel quebrándose, no quería mirar, sabía lo que iba a encontrarme. Cerré los ojos esperando que llegase algún alma caritativa e irme de allí cuanto antes, ya iría la semana siguiente ( una vez que se me pasará el cabreo, a limpiar los putos cómics rotos y ver que podía rescatar ).

Creo que me volví a quedar dormido, es imposible acordarme del sueño, cuando uno se queda traspuesto unos minutos, al menos en mí caso, sólo soy capaz de recordar absolutamente todo, un fragmento de unos quince segundos posteriores al haberme despertado. Una vez transcurrido ese tiempo, no consigo recordar nada, sé que esta en la punta de la lengua neuronal esperando a ser escuchada por interconexiones neuronales, pero hijos míos, no llega nunca la respuesta.

- Eh, Julio, va, venga, despierta. - Era Don César, hablándome muy despacio y bajito, a susurros. - Ya hemos quitado la estantería, gracias a Dios, no te ha ocurrido nada.

- En efecto. - Una voz algo afeminada pero masculina sonó. - Soy traumatólogo, no tienes fractura ni hinchazón, sólo algo amoratada la zona debido a la presión, me preocupan más los arañazos de tu cara, creo que, por desgracia para ti, ya conociste al " osito " de mi mujer, Poncho. - Mientras señalaba al puto perro psicótico zampa mangas.

- Doña Virtudes apareció por el parking pidiendo ayuda, estaba enseñándole a su marido la plaza de coche que les correspondía, son los nuevos vecinos del tercero. - Dijo Don César.

- Permítame presentarme, soy Julio, el conserje. - Aún consternado por los arañazos, golpes y sobre todo, por mis jodidos cómics. - Gracias por haber mirado mi pierna y quitar usted junto a Don César esa estantería de encima, su mujer fue muy considerada al ayudarme.

- El placer es mío, Julio. - Mientras me ayudaba a ponerme de pie. - Me llamo Juanjo, estamos para ayudarnos los unos a los otros, Dios así lo quiso, que menos que ofrecer ayuda a quién la necesita. - Con una sonrisa que ni un embajador cuando recibe la visita de un jeque árabe interesado en soltar cuartos por doquier.

Debido a tanta " pasión y fe " junto a la vestimenta de ambos, pude darme cuenta de que me encontraba ante un matrimonio perteneciente a alguna secta rara. ¿ Cómo lo supe ?. Fácil, en la puta vida a excepción de Testigos de Jeuvá o cómo coño se escriba ( siempre les cierro la puerta, ni sé como se escribe ) me han hablado así, sólo le faltaba invitarme a un fin de semana en el campo junto a sus " hermanos " para rezar y abrazarnos todos al son de la anciana disfrazada de Virgen a la que ponen detrás junto a una cuerda que la " levita ".

Cómo siempre, tenía que revertir mi proceso de autismo severo y volver a la realidad. No podía ser descortés, mucho menos cuando te ayudan de forma altruista, además, eran los nuevos vecinos, ergo, unos nuevos jefes a los que tener que atender. Para mostrar mi gratitud, estaré atento a la mudanza para poder ayudarles en todo lo que necesiten, ahora tocaba contestarle con la misma educación que el mostró hacia mí.

-.El placer es mío, Poncho, no ha sido problema alguno, es más el pobre intento ayudarme agarrándome por la camisa, al no poder, se puso nervioso y cómo estaba subido por mi cuello, sin querer me arañó. - Sonriendo, cómo un niño burgués adinerado los viernes cuando le pide a su papi 200 euros para ir a la " Disco " con los compis. - Es un cielo de perrito.

- ¡ Aiss ! Sí es que mi Poncho es un sol - Besando a su perro, al cual se le inflaban los globos oculares al ser oprimido entre los gruesos pechos de su ama besucona.

Tras esta breve presentación, todos volvieron a sus quehaceres incluyendo Don César, que tenía que enseñarle los trasteros y demás zonas comunes al matrimonio " Del Señor " y a su perro famélico con complejo de Pitbull. Muchos os preguntaréis que por qué no les conté lo que hizo su perro con mi hermosa cara, pero, valoraba mucho más la ayuda recibida que revindicar mis derechos cómo victima de la furia de su mascota. Siempre, esto es en serio, siempre, si te dedicas a ser un conserje de edificio, no debes crear jamás un ambiente de tensión con los vecinos, obviamente criticar a sus hijos, sus costumbres o sus hábitos, tampoco, hay que " respetarlas ".

Y... ¡ Joder !. Poncho había dejado intactos los cómics, se había zampado una vieja revista de cotilleo que había al lado... Por un momento miré el interior de revista, salía una entrevista de Madonna en su 40 cumpleaños. Esta revista debía ser de los 90. Me acuerdo porque cayeron unas pajas tremendas viendo a la diva del pop en un " robado " moviendo sus tetitas al son de la brisa.

Dejando a un lado mis perversiones sexuales, me centré en recopilar las revistas Manga, por sorpresa, no sólo había la colección " Blanca ", también estaba la colección " Roja " y " Amarilla ", justo detrás ( La estantería tenía más anchura de la yo imaginé en un primer momento ). Viendo que era un mazo de cómics considerable, usé una polvorienta caja de cartón para llevarlas dentro a mi guarida. Busqué sin éxito algún tesoro más para finalmente salir del " cuarto ".

Cosas de la vida, entre el ostión, las dos horas o tres que debí pasar inconsciente y todo el jaleo sufrido con Poncho y sus " religiosos " dueños, ya era hora de subir a comer. Con arañazos por mi frente, una herida en la cabeza y moratones por toda la pierna izquierda, muchos se sentirían demacrados, pero ese no era mi caso, el día sólo acaba de empezar y tenía energías para dar y tomar.

Subí las escaleritas dirección a la Portería bastante más atlético y ágil que días atrás, sin duda, se notaban las mejoras en cuestión de cuatro o cinco noches poniéndome las pilas, esa tarde, al ir a recoger la máquina de pesas, todo iría ya viento en popa para mi recuperación viril.

- ¡ Joder !. - Grité mientras me resbalaba entrando por la portería. - Pero... ¿ Qué cojones ?

Caí boca abajo golpeándome contra el suelo, mi mandíbula fue lo primero que impacto con el suelo, pero no sentí nada de dolor ,algo lo paro, ¿ sería Poncho ? ¿ Le habría "aplastao"?. Tenía miedo de abrir los ojos, me encantan los animalillos, mucho más cuando no me joden colecciones que vender a coleccionistas, eso es evidente.

Me armé de valor y levanté la cabeza para ver que ocurría ahí, aunque también note, que una masa amplia y blanda, amortiguó el golpe de mi torso ¿ Había tropezado con un jabalí ?, para nada señores, lo que allí había, eran tetas, pero no unas tetas cualquiera, unas tetas más similares a dos melones de una granja de Segovia de las de toda la vida que a un seno.

Me incorporé rápidamente y vi la situación: Doña Virtudes yacía en el suelo sin articular palabra, sin pensarlo dos veces agarré sus hombros y conseguí incorporarla, ella jadeaba lamentándose de tal caída... pero eso no era lo peor, con la barbilla, al resbalar, había roto su vestido en la zona del escoté y llevaba una teta dentro del corsé ( no creo que fuese un sujetador ) y el otro pezón fuera.

Algo viejo, arrugado, más cercano a un limón con pliegues que a un biberón para adultos, pero no dejaba de ser una teta. Don Juanjo, Don César y el menda lerenda, ayudábamos a Doña Virtudes: su marido se quitó la americana para cubrir su vestido, mientras Don César y yo recogíamos su bolso y un chal pisoteado junto a él.

-¿ Qué cojones ocurre aquí ?. - Era la policía. - ¡ El gordo y el viejo, al puto sueño ya, coño !. - apuntando con su revolver a Don César y mi persona.

- No es lo que parece agente. - Con voz temblorosa dije.

- ¡ Qué te calles, no muevas las manos joder, al suelo, ya !. - Corriendo hacía mí.

En menos de lo que canta un gallo, unos hermosos grilletes adornaban mis muñecas. Mejor iba a estar callado, en el fondo lo entendía, entras en un edificio, ves a un gordo y a un viejo recogiendo un bolso, junto a una señora mayor semidesnuda abrazada a un hombre, y piensas algo raro, muy raro. Esperando a ser puesto en pie por el agente, algo salpicó mis ojos probando mucho escozor... cuando conseguí abrirlos... el puto cánido estaba meando en mi jeta.

CONTINUARÁ






Comparte este blog

Siguiente
« Prev Post
Anterior
Next Post »