CAPITULO 22: UN HALLOWEEN PARA EL RECUERDO ( PARTE 3 )



¡Ring!¡Ring! La alarma de mi móvil chinorris no dejaba de sonar despertándome de los brazos de Morfeo. ¿ Dónde coño estaba ¿
Amanecí durmiendo en el pasillo de mi casa, con la ropa del día anterior y una resaca de tres pares de cojones. Al menos, los 200 euros conseguidos ayer vendiendo hierba estaban en su cajita a buen recaudo.
Conseguí desempelmazar mi cuerpo mientras estiraba los brazos y daba un profundo bostezo. Antes de nada, fui directo a la cocina para preparar un café bien calentito y un porrito para desayunar. Fui a mi despensa personalk de productos cannabinoides escogiendo un porrito de marihuana en vez de hachís.
Ya sabéis que debido a mi práctica termine de liarlo en pocos segundos justo cuando sonaba la vieja cafetera anunciado que ya estaba preparada para surtir a mi cuerpo su dosis de cafeína matutina.
Me senté junto a una mantita mirando por la ventana de la cocina al Parque de Junker´s For Life, que estaba lleno de hojas caídas fruto de la época Otoñal provocando un arcoirís de distintos marrones que alegraban la gélida mañana.
-          ¡Coño el enano ¡- Grité
Me llevé las mano a la cabeza mientras me cagaba en el día que mis padres decidieron plantar mi semilla. ¡ Había dejado al enano tirado en medio de las escaleras!
Ayer con todo el pedal que llevaba encima después de lanzarle por los aires, tuve la brillante idea de agarrarle de la camisa y subirle por las escaleras cómo si fuese un corderito recién degollado para degustar en una boda árabe.
Lo último que recuerdo es justo cuando estaba cerca de llegar a mi Piso soltarle porque el cabrón pesaba mucho escuchando cómo se golpeaba nuevamente contra la pared.
Cómo ya estaba vestido simplemente lancé el porro contra el fregadero apagándose por el agua y salí corriendo a la puerta. Cuando estaba abriéndola escuché una melodía que provenía al parecer de las escaleras.
Una vez llegué al rellano lo que vi dejó huella en mis retinas: el enano Emilio yacía inconsciente ( o eso esperaba ) en el suelo mientras un chorro de sangre de tres pares de cojones bajaba desde el octavo ( mi piso ) hasta casi el sexto.
-          ¡Eh chaval!¡Despierta! – Mientras abofeteaba su cara
Me puse tan nervioso que empecé a soltar manotazos contra su cara provocando sangre en la nariz y el labio inferior. Desesperado sólo se me ocurrió agarrarle cómo un saco de patatas y salir corriendo a por mi coche.
Conseguí meterle con agilidad en el copiloto y conseguí ponerle el cinturón de seguridad sin que tocase el cuello, cosa que me costó muchísimo porque los muy hijos de puta de los fabricantes de coches no piensan que un enano pueda ir de copiloto.
Llaves encendidas, primera y a todo meter. Salí haciendo ruedas del edificio mientras el eco del lugar reproducía el angustioso sonido de la goma rozando el suelo. El hospital se encuentra a unos 15 minutos en coche desde nuestro edificio, pero eso a velocidades prudentes. Si me pongo a más velocidad estaba seguro de que conseguiría llegar muchísimo antes.
Me puse a 90 kilómetros por hora en medio de la ciudad sorteando a los coches que había a mi camino, zigzag, zigzag, me movía por la carretera como una bailarina de danza clásica entre poligoneras de reggeaton: fatal. Pero eso no quitaba que pusiese todo mi empeño por intentar salvar la vida del pequeño gran hombre.
-          ¡Chaval! ¡Chaval! – Gritaba desesperado
-          Ftfff… dónde estoy… - Dijo el enano Emilio
Frené de golpe, ¡Emilio se encontraba con vida ¡ Los coches empezaron a pitarnos ya que nos encontrábamos justo incorporándonos a la carretera de Valencia así que puse las luces de emergencia estacionando a un lado del arcén.
-          Joder Emilio menudo susto me has dado – Mientras me tapa la nariz por el olor a meado ( mi meado ) que desprendía
-          Si… ¿ eres el conserje? – Consiguió articular
-          Sí, te encontré en medio de las escaleras sangrando, decidí meterte en el coche y llevarte directo a urgencias. – Mientras cruzaba los dedos porque no se acordase de mi momento Hulk Hoggan con su frágil cuerpecito.
-          No sé que ha pasado…. Me ocurre siempre que bebo mucho, al día siguiente soy incapaz de recordar nada… - Quejándose de un fuerte dolor en las costillas – Sólo sé que estaba rapeando con los demás y… no me acuerdo de más.
¡Aleluya! El enano no conseguía recordar que fui yo el que le dio una buena somanta de ostias ( aparte de mearle ). Dentro de lo que cabe la jugada había salido bien, el enano no sabía quién había sido su malechor y yo sin embargo podía tener la conciencia tranquila al no ser un asesino de pigmeos, todo en orden.
Pero no todo son alegrías en la viña del señor… Justo delante de mí unas luces azules hicieron acto de presencia, era la guardia civil de tráfico.
-          Buenas tardes caballero, ¿ Se puede saber por qué está estacionado en medio del arcén? – Señalando la incorporación. – Haga el favor de sacar los papeles del coche y su documento de identidad. – Mientras sacaba su carpeta de anotaciones.
-          Si agente, espere un momento. – Mientras buscaba en la guantera. – Tome los papeles del coche, aunque debo decirle que por descuido no llevo mi documento de identidad.
El agente empezaba a poner una cara de Bruce Willis en “Jungla de Cristal” siendo yo su próximo delincuente en aniquilar pero la Diosa Fortuna se acercó a mi sino golpeando con fuerza. Mientras el agente estaba preparándose para empapelarme de lo lindo, su compañero le advirtió:
-          Oye David – Dijo el otro agente – Ven aquí, este tío tiene muy mala pinta
En ese momento pude explicarle a los policías que era el conserje de un edificio y que cuando fui a salir a pasear por la mañana me encontré al enano Emilio en el rellano lleno de sangré. Menos mal que mientras que yo hablaba uno de los agentes preguntaba a Emilio para que corroborase la versión y este dijo que todo era cierto, es más, delante de los agentes dijo que si no llega a ser por mí y por mi buena fe, seguramente seguiría ahí tirado inconsciente.
El agente que anteriormente me miraba con cara criminal se volvió a dirigir a mí:
-          Te has librado chaval, ojalá hubiese más gente como tú en el mundo – Dijo el agente
Yo no sabía que pensar por dentro, si hubiese tantos psicópatas cómo yo sueltos por el mundo seguramente la raza humana llevaría extinguida 1.000 años.
-          Venga, seguidnos, os escoltamos hasta el Hospital – Mientras se montaban en su coche patrulla.
La ida hasta el Hospital fue una pasada incluso Emilio pese a sus problemas físicos se reía.
-          Joder tío jamás había ido a tanta velocidad y encima escoltados por la policía – Dijo mientras sonreía
Yo me limité a asentir y seguía rezando porque no recordase jamás lo que había ocurrido el día anterior. Primero le había meado mientras yacía vomitando en un retrete. Después para rematarlo, jugué con su cuerpo como si fuese una clase de ciencias intentando ver su densidad ósea frente a un impacto contra el techo, esta vez te habías pasado tres continentes Julio.
Tras llegar al hospital unos enfermeros junto a una camilla vinieron a recoger a Emilio. Antes de llevarlo dentro los guardias civiles le preguntaron que si quería formular algún tipo de denuncia por la agresión sufrida a lo que contestó que no era necesario, que con haber salido de una pieza ya se conformaba.
Mi labor quedó totalmente cumplida aunque mis nervios estaban disparados. Creo que podría haberme quedado ingresado yo en el hospital antes que Emilio porque estoy seguro de que un micro infarto rondó las venas de mi mermado corazón.
Cuando llegué a mi casa eran las 12 de la mañana y estaba reventado, había dormido tan solo dos horas por culpa del puto despertador que olvidé de quitar. Aunque gracias a ese descuido puede que salvase la vida de Emilio o atenuase los efectos de los golpes sufridos. Menos mal que el enano jamás se acordaría de lo que ocurrió, ya que el pedo que llevaba era brutal y cuando el rapeaba era horas antes de lo que paso, no me preocupaba para nada.
Llegué a casa molido, en cierto modo el olor a vomitona de Emilio se había impregnado en mi ropa. Su sangre recorría mis manos, pantalones y camiseta mientras que mi cabeza era un campo de minas a punto de explotar, jodida migraña de después de pimplar.
Fui a la cocina para picar algo antes de meterme en la cama, había restos de pizza de dos días atrás ( tres porciones ) y decidí recalentarlas en el micro. ¡Aleluya! El porro que había tirado al fregadero no calló en el vaso con agua al que quise lanzarlo, cayendo al lado donde no había no gota de agua, así que pude encenderlo y degustarlo como sin duda se merecía.
Ya era la una de la tarde y mis parpados se cerraban como una discoteca de cocainómanos cuando sale el sol: a cal y canto. Me desnudé completamente y agarré una bata sucia que tenía para lavar usándola como improvisado pijama. Se encontraba húmeda de haberla usado el día anterior pero me era completamente indiferente.
Llegué a mi habitación, rocé con la punta de los dedos las suaves sabanas mientras incorporaba mi cuerpo en la cama. Primero una pierna, después otra hasta que conseguí incorporar todo mi cuerpo abrazado por el edredón que servía de refugio para mi descanso, Morfeo llamaba de nuevo a mi puerta y el enano por suerte se iba por otra y sin daños reseñables…
Así es como transcurrió el día, ahora pasaré a contaros que es lo último que supe de Emilio. Al día siguiente, el domingo, recibí la llamada de Jessica agradeciéndome que ayudase a su amigo, ya que éste la comentó lo ocurrido y lo agradecido que se sentía conmigo.
El mismo lunes apareció el susodicho junto a Galletas María y me entregó una caja de bombones, 100 euros y una camiseta de Gaizca Mendieta que le había regalado su tío cuando era pequeño. Todo un gesto, le invité a un café en mi casa junto a Jessi y le regalé unos porritos de hachís, tuve muchísima suerte en todo el desenlace , ya que puedo juraros que cuando le vi por la mañana tendido en el suelo parecía un conejillo de Indias recién aplastado por una rueda de tractor. ¡Larga vida al Conserje y más aún a su fiel Emilio el enano!

¡Larga vida al Conserje y más aún a su fiel Emilio el enano!

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