CAPITULO 47: LOS OCUPAS (PARTE 4)

Tras dos intensos minutos dónde Jessi y yo nos movíamos en circulos alrededor de la habitación cómo unas peonzas, Pitufo Madero Gruñón seguía aún detrás de la puerta aporreando con la misma fuerza que un putero la casa de su "madamme" a las cuatro de la mañana.



- Ya va, ya va - dije con voz calmada - Un segundo guapetón.
- Ni guapetón ni pollas, que esa es mi habitación, es mía - curioso estos ocupas, ahora es "suyo" - Abrid echando leches y ni se os ocurra tocar mis cosas.

Yo podía olerme que con eso de "no tocar sus cosas" él se estaba refiriendo en concreto a su mochila, dónde además de la placa, llevaba un arma y algo de dinero. Tras hacer gestos a Jessica en silencio, agarré la placa que aún sostenía entre sus manos y me dispuse a colocarla en el mismo lugar de dónde ella la sacó.

Jessica llevaba una camiseta con botones y le susurré que se bajase todos los botones. Mi idea era fingir que eramos amantes (dado que Jessica tenía un rollo) y que lo de ser homosexual era una excusa para poder magrearnos algo.

Para que nadie viese nada (sabiendo que éste tío era madero, ni comentaría nada) le pedí a Jessi que se recostase sobre la cama y abriría yo la puerta. Cuando ya ella estaba en la zona acordada, procedí a quitar el pestillo y abrir lentamente...

- Perdona jefe, pasa que te explicamos - Entornando la puerta para que nadie pudiese ver desde el exterior - Pero entra tú solo tío

- Bueno, es que no estoy sólo - abriendo la puerta de par en par - También ha venido Carlos, el novio de Jess...¡Joder pero qué putón! - Gritó Pitufó gruñón.

A todo esto, yo me había bajado la bragueta y quitado la camiseta, para dar más veracidad al asunto. Mientras el pitufo entraba, pude ver que Carlos hacía acto de presencia también en el lugar. Era un chaval jovencito, de unos 20 tacos cómo mucho. Estaba calvo perdido de la azotea y para que no se notase se rapaba al cero dejándose barba y perilla.

No mediría mucho más que Pitufo Madero, aunque los novios enanos es una cualidad de Jessica, no se por qué pero siempre se los echa Campeones de baloncesto para jardines de pigmeos. Eso sí, debo reconocer que el enano número dos del capitulo tenía una barba envidiable, más poblada que las cejas del propio Manuel Sanchís (con permiso de Don Fernando Hierro).

En este momento me importaba poco que el pitufo perteneciese a las fuerzas del ordén del Estado, me importaba más no recibir unas ostias de un novio enfurecido por unos cuernos que encima ni han existido. Jessica al ver entrar al novio empezó a abrocharse los botones mientras la muchedumbre de la fiesta se agolpó alrededor de la habitación mientras la música de canta autor entristecido se paraba de golpe.

Carlos, el novio de Jessica dirigió su mirada a mis ojos, mientras se escuchaban murmullos de los allí presentes cómo "Esta va de mosquita muerta, pero es más puta que Reme, la de tercero". Me hacía gracia ver cómo los estereotipos machistas estaban más que presentes en lo que se suponia era una fiesta de personas de izquierdas, abiertas de mente y nutridas de equidad.

- ¡Woooorld Staaaaar! - gritó un subnormal mientras grababa en vertical con su teléfono móvil - Que empieze el show

Yo sabía a que se refería, ví en internet, que en Estados Unidos cuando va a haber una pelea, la gente grita "World Start!" o cosas similares. Vamos, que iban a caer ostias. Yo algo acojonado me puse en posición de guardia mientras que Carlos empezó a dar saltos como un actor secundario del planeta de los simios mientras gritaba "que me iban a caer muchas ostias, pipiolo".

Lo de pipiolo encendió mi vena psicópata y mi presión sanguínea aumentó notoriamente. No es que sea alguien experto en peleas, ni mucho menos. Pero soy un tío frío, cuando tengo miedo, es un miedo calmado, en mí es peor la ansiedad que a veces sufro en mi vida por el TOC que los momentos de miedo o situaciones violentas, se salir mejor parado.

Recuerdo una vez en un autobús a las cuatro de la madrugada, volviendo con mis amigos a mi barrio pijo dónde me crié, que unos niñatos de 18 o 19 años (teniendo yo unos 24) empezaron a insultar a un chaval que era gordo.

El chico gordito se bajó en la siguiente parada con los ojos vidriosos, y lo peor de todo es que iba acompañado de una chavala que, con la menor de las empatías se mpezó a reir mientras dijo:

- Es qué estás muy gordo  hijo - Mientras bajaban ya del autobús.

Yo en esa época pesaba 68 kilos (en comparación con mis 110 kilos de ahora) pero por suerte o por desgracia siempre tuve sentido de la justicia, y no hay nada que más me toque los cojones que quiénes abusan de otros por divertirse.

Yo debo confesar que me divierto jodiendo a quiénes hacen daño a otros , es algo así cómo que si te crees el puto alfa de la manada, verás, hay lobos solitarios que luchamos por la justicia najtural, lógica, no la legislada, estando además como puñeteras cabras, mezcla eso con algo de inteligencia y lo que para tí fué un juego puteando a otro yo lo convertiré en una experiencia inolvidable para tu vida.

Es lo único que me diferencia de un psicópata, mi empatía con cualquier otra persona, sabiendo ponerme en su situación y sufriendo por ello. De hecho no soy peligroso para nadie más que para mi propio porvenir, ya que cuido más de los demás que de mi propio rumbo vital.

Volviendo al tema, cuando el chaval bajó del autobús, me levanté de mi asiento dirigiéndome a los dos subnormales del año, un par de enanos famélicos con el pelo cenicero y las encías de los dientes comidas del "eme" que tomaban.

- Veamos, los dos subnormales del fondo, ¿os divierte meteros con los gordos? - Acercándome a ellos - Veamos, tu eres enano, con cara de deficiente y tu amigo se cree un hombre porque se ha puesto esta tarde un pendiente, ¡tú, subnormal!- dirigiéndome al chaval del pendiente - limpiáte la puta sangre de la oreja, que dás asco.

A todo esto el autobús estaba absolutamente en silencio, mis dos amigos callados y solo se escuchaba mi voz. Los dos chavales miraban al suelo mientras yo soltaba un repertorio de insultos sarcásticos riéndome de sus defectos físicos.

Al final del todo, me calenté en exceso perdiendo los papeles, intentando sacar a uno de los chavales del autobús para pegarme con él.

- Venga, retrasados - Haciendo gestos para que bajasen - Venid los dos que os voy a dejar la cara bonita para que vuestras mamis os den besitos de ositos - yendo hacia la puerta del autobús, que además coincidía con nuestra parada.

Derrepente, no se levantaron los dos chavales, ¡Se levantó todo el fondo del autobús! Sin ser exagerados, aproximadamente unos 20 chavales y 10 chavales se bajaron del autobús junto a nosotros...

- Joder Julio, ya la estás liando - Dijo Nacho, uno de mis amigos - Qué cojones te importaba a ti el gordo ni que fueses a follar con él  - Bastante cabreado.

Tras esto, el más fuerte de todos ellos, un tío de unos 20 años que se notaba que por sus venas corría el Winstroll cómo por las venas del fary todo el arte patrio, se colocó delante de todos, cómo expresando corporalmente que él sería mi adversario.

- Coño, los dos "golums" empastillados mandan a su gorila ciego de Winstroll para darme una lección - Mientras me reía.

El cabrón tomaba Winstroll. Porque la cara de odio que me puso era digna de un nazi mirando a un judío a principio de los años 30 que acaba de casarse con el amor de su infancia, qué cara me puso el condenado.

- Uy, ¿y esa carita que me pones Macaco hormonado? - Dije acercándome a él - Qué pasa que hoy no se te ha puesto dura con alguna choni por tanto pinchazo y tienes ganas de dar ostias para contentar a tu cerebro de simio agresivo? - Empujándole.

Y esa fué una mala idea, el macaco cabrón, que debería pesar 90 kilos, me levantó por los aires y me zarandeó en él como un italiano fabricando una puta masa de pizza. Tras ello caí al suelo y pude ver su cara de macaco esquizofrénico acercándose a mi, más cerca aún ví su puño, que es lo último que ví, ya que tras eso perdí el conocimiento despertándome al lado de una señora de 50 años llamada Mercedes, que era enfermera del hospital donde me intervinieron para recomponer mi tabique y colocar una placa de titanio en mi frente.

Ese día fuí de héroe llevándome 40 puntos de sutura por todo el cuerpo, dos intervenciones y eso sí, 7000 euros que me pagaron los papis del macaco de feria con problemas de auto control.

Ahora, volviendo al tema que nos concierne, antes de que la pelea comenzasé, pude ver a Pitufo Gruñón como se dirigía a por su mochila guardándola en un armario que cerró con llave, introduciéndola en su bolsillo.

Cuando quise volver a mirar a Carlos, el novio de la tan deseada y luchada Jessica, lo único que ví fué un puñetazo a mi cara. Caí al suelo, la muchedumbre gritaba como fieras y por primera vez tras mi operación de tímpano, éste empezó a dolerme de sobremanera. Carlos se avalanzó sobre mí, agarrándome por el cuello y lanzando puñetazos a mi estomago, todavía blando, pero cada vez más duro (por muy imcompatible que suene blando y duro juntos, quién este gordo haciendo abdominales, sabrá de lo que hablo).

El dolor de tímpano era insoportable y sinceramente, Carlos pegaba menos fuerte que una Barbie Malibú despues de dos caipiriñas, una raya y algo de folleteo con el Ken de turno. Me levanté del suelo con el subnormal enano encima mía cómo un koala agresivo defendiendo su puta rama de eucalipto.

Tras un minuto luchando por quitar su cuerpo de mi cuello, me acerqué hasta la pared donde se encontraba el armario. Empecé a golpear su cuerpo contra él mientras todo el mundo se quedó mudo.

- PUM PUM PUM - Usando todo mi cuerpo para golpear con fuerza.

A los pocos segundos, las manos de Carlos, que se movían como las patitas de un pajarillo devorado por un gato, dejaron de moverse. Empecé a sentir mucho sudor por mi espalda, joder estaba gordo, pero no para tanto.

Ya sí pude quitar a Carlos de mi espalda, el chaval tenía  una herida en la cabeza bastante grande pero poco profunda y aunque dormía como un bebé, respiraba con fuerza, sólo estaba ko.

Dejé su cuerpo en el suelo, y por algún motivo instintivo me sentía el puto rey de la jungla, me levanté irguiendo mi cuerpo lo máximo posible y colocando una pose facial que yo creía que debía ser sexy, aunque seguramente fuese más similar a un señor cagando con almorranas.

Todo el mundo gritaba, jadeaba y estaban medio locos, joder no era para tanto, el chaval había sangrado un poco, estaba ko, pero de una pieza y sin nada roto. Yo sin embargo, tenía dolor de cervicales por el puto enano saltarín y puta sangre seca del mozo por mi espalda.

Pero no me miraban a mi persona, todos dirigían la vista al suelo, justo al lado del armario. Temiéndome lo peor, miré allí y efectivamente, había roto el puto armario empotrado cayendo la mochila al suelo, dejando la pistola junto a la placa de policía al suelo.

Miré a pitufo gruñón, que estaba al lado de la puerta palido totalmente, y no por el porro que estaba fumando, si no porque su coartada como madero se iba a tomar por vientos frescos, ¿qué cojones hago ahora?

CONTINUARÁ




Comparte este blog

Siguiente
« Prev Post
Anterior
Next Post »