CAPITULO 42: EL VAQUILLA COMUNITARIO (PARTE 3)

Dí cuatro gigantescas zancadas entrando dentro de la sala de espera para buscar a Emilio, que se encontraba sentado como un maniquí en una silla mientras contaba sus trocitos de dientes.



- ¡Emilio! - Grité muy apurado - Tu novia ha localizado tu movil por Icloud y viene derecha aquí - Casí resbalándome contra el recien fregado suelo.

- ¡No jodas! - dijo sorprendido Emilio - La muy cabrona por sus celos tiene hasta mi Icloud, ¡no me acordaba! - levantándose de su silla - ¿Ahora qué hacemos? - Absolutamente asustado.

- Vamos directos a mi coche, nos desvíamos a alguna carretera secundaria y tiras la puta bolsa de los fritos - Corriendo para el aparcamiento.

El camino hasta el coche fue corriendo ambos sin hablar. Podía ver gracias a la mirada perisférica como Emilio se encontraba algo rezagado mientras observaba el guante que contenía sus dientes. En menos de un minuto ya estaba abriendo la puerta del coche.

A los pocos minutos nos encontrábamos cercanos a una aldea o pueblo extremedamente recógnito que era el lugar idóneo para arrojar sus "sustraídas" pertenencias.

- Coge la bolsa que está debajo del asiento, revisa que esté todo allí y deshazte de ello por la ventana - Mientras intentaba sintonizar alguna emisora.

- Hecho - contestó a los segundos mientras yo aún seguía entretenido buscando algún canal de radio

- Genial - Mientras sacaba mi móvil del bolsillo - Voy a desconectar mi móvil - En caso de que tu novia vuelva a llamar, después en casa comentas que me quedé sin batería, al haber tante gente en urgencias y haber dado tus datos, incluso si pregunta dirán que estás allí apuntado. - Desconectado mi teléfono

El pié empezó a pesar más de lo debido y cogí con velocidad la entrada a la carretera nacional. Tras unos cuantos kilómetros en mi inmaculado Porsche conseguimos llegar hasta otro hospital que se encontraba muy lejos del anterior en cuanto distancia, incluso si me apuráis, en otra provincia.

Tras una larga media hora de curvas, una discusión en la radio sobre política social y Emilio roncando tan tranquillo llegamos de nuevo a Urgencias, sólo que en otro Hospital. Aquí se repitió el mismo proceso de antes, mandé sentar a Emilio en la sala de espera y cogí todos sus datos anotados en un papelito.

Tras una hora de espera, llamaron a Emilio para entrar a consulta quedándome yo fuera mientras ojeaba una revista deportiva poniéndome al día de los rumores de fichajes en la primera división española.

Cuando ya me encontraba en la sección de crucigramas del periódico Morfeo tocó a mi puerta invitándole a pasar. Él, cómo amable huesped me ofreció el mejor de sus regalos, el reino de los sueños...

- ¡Ey! ¡Julio, despierta! - Mientras abría los ojos aún atontado de la pequeña siesta nocturna en los incómodos asientos de la sala de espera- Ya tengo el parte de lesiones, vamos para comisaría - Escuchando aparte de Emilio, la respiración de otra persona.

Me levanté de un saltito bastante ágil alzando la vista para ver quién se encontraba al lado de Emilio, suponiendo que sería el médico o una enfermera...

- ¡Sofía! - Dije con calma, sacando mi vena psicopática ocasional - Me quedé sin batería, ¿Cómo has llegado hasta aquí ? - Mientras sonreía señalando con la mano la dirección del aparcamiento.

- ¡Aiss, que nervios Julio! - Mientras ojeaba en su bolso en busca de tabaco  - Emilio al ver que no teníais móvil aprovechó en consulta para que llamasen a mi teléfono - ¿Cómo habéis acabado aquí, tan lejos? - Sofía sostenía su mirada frente a mi mientras Emilio encogía sus hombros como pidiendo un cable por un parte.

- Pues... - Buscando mi paquete de tabaco también en el bolsillo trasero, totalmente aplastado - La sala de urgencias estaba colapsada, el recepcionista era un viejo conocido mio y me sugerió que si queriamos que todo fuese más rápido viniésemos aquí, ya que se encuentra además una comisaría a 5 kilómetros - Ya saliendo por la puerta

- Ah... en ese caso, todo correcto, al principio me pareció muy extraño - Ofreciéndome un cigarro, que porsupuesto acepté, con los putos impuestos está muy caro, hay que sacar esos pequeños rasgos sefardíes que tenemos en nuestro genoma - ¿Que fuerte todo no?

- Si, la verdad que pobre de tu chico - Dije ya llegando al coche - Tu novio fue muy valiente, yo fuí tras escuchar a Emilio como gritar y pegarse con alguien, no pude ver sus caras, pero si que eran muy corpulentos - Dije

- Tenían pinta de eslavos - Cortándome Emilio

- Bueno, ¿Dónde prefieres ir Emilio, alante o detrás? - Cediendóle el privilegio de decisión debido a su "supuesta" agresión

- Mejor delante, que Sofi se siente detrás - Indicando a su chica con la mano para entrar ella primero, hasta pareciendo un galán el cabrón - Bufff, me duele mucho la rodilla - exagerando más sus gestos aún si cabe.

El camino hasta casa transcurría de la forma más normal posible, una conversación fluída sobre temas absurdos o poco importantes siendo casi un tema puntual a tratar la agresión de Emilio. Parecía que la inocentona de Sofía ni era consciente de aquellos magnos cuernos que poseía ahora mismo.

A pocos ratos echaba un vistazo a la cara de Sofía por el retrovisor. Me cuesta mucho mentir a la gente cuando es por algo que creo que es dañino para su persona. Una cosa es el juego o pulso constante que tenemos en este sistema establecido, dónde si eres liebre te cazan pero si vas de león acabas enjaulado, todo es moverse entre tierras fronterizas con la habilidad de un camaleón.

Pero todo esto es puesto en práctica siempre y cuando se cumpla aquel dicho que dice así: "Quién roba a un ladrón, cien años de perdón". No disfruto de la desgracia ajena, menos aún cuando creo que es injusta.

Mi cabeza no paraba de rondar diversas ideas sobre cómo afrontar la situación pero era consciente de que si cantaba algo Emilio largaría mi agresión física contra él, suponiéndome en caso de ser demostrable un adiós definitivo a mi trabajo.

- Chicos - Dijo sofía incorporándose entre los dos asientos delanteros - ¿Habéis vuelto a llamar al móvil?  - Mientras ojeaba su bolso

- No - Dijo Emilio - Ahora en la comisaría del barrio ellos ya llamarán o harán lo que tengan que hacer, tu llama si quieres para ver si sigue conectado - Confiado supongo en que este se encontraba en una triste cuneta

Mientras Sofía buscaba en su bolso el móvil y parloteaba con su novio, yo buscaba en mi bolsillo derecho mi paquete de tabaco. ¿Dónde cojones lo habría puesto? No paraba de pensar que poco tiempo después estaría ya en mi casa descansando sin tener que soportar a estos tortolitos cuando:

- Ding, Ding, Ding - Sonaba un teléfono

- ¡Emilio! - gritó Sofía - ¿Qué cojones hace aquí tu teléfono?

¡Coño! El puto teléfono se cayó de la bolsa, piensa Julio, piensa...

CONTINUARÁ

Comparte este blog

Siguiente
« Prev Post
Anterior
Next Post »

1 comentarios:

comentarios